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EL BARROCO A LA LUZ DE LA MODERNIDAD: 
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ Y OCTAVIO PAZ
 
 
                                    
Maria Esther Maciel 

 

      Hace poco más de 300 años, moría en el Convento de San Jerónimo, en Nueva España (hoy México), la monja, poetisa e intelectual Sor Juana Inés de la Cruz, a los cuarenta y siete años de edad, después de haber sucumbido a las presiones eclesiásticas de su tiempo y renunciado definitivamente al mundo de las letras. Dejaba, para la sociedad de la época y para la tradición literaria hispanoamericana de los siglos venideros, una obra no sólo prismática, compuesta de poemas, piezas de teatro, escritos filosóficos, cartas, polémicas teológicas, sino también una lección de osadía intelectual y lucidez crítica.

      Además de haber dialogado, en cuanto poeta, con los principales representantes del barroco de lengua española, se aprovechado creativamente de todas las formas literarias disponibles e inventado otras – lo que testifica su indiscutible importancia en la historia de la poesía colonial del continente – Sor Juana jugó un papel importante en la defensa, en pleno siglo XVII, del derecho de las mujeres a acceder irrestritamente a los libros y al conocimiento. Por si fuera poco, tuvo el coraje  de discutir y desafiar – con una habilidad de argumentación hasta entonces considerada privilegio  exclusivo de los hombres letrados – las ideas de uno de los más consagrados intelectuales del barroco iberoamericano: Pe. Antonio Vieira.

      Ese desafío se dio a través de la famosa "Carta Athenagórica", de 1690 (mil seiscentos noventa), enviada por la monja mexicana al entonces obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, su interlocutor intelectual. En ella, realizó una minuciosa lectura del Sermón del Mandato, desmontando, punto por punto, los argumentos teológicos del padre portugués en torno a las "finezas de Cristo". Por motivos todavía no aclarados, esa carta fue publicada por el destinatario al lado de otra carta-respuesta escrita por el propio obispo, bajo el pseudónimo femenino de Sor Filotea de la Cruz y en la cual discordaba de la monja, aunque no dejaba de reconocer sus virtudes retóricas. Sin discutir exactamente los argumentos teológicos de Sor Juana, el obispo de Puebla levanta dudas cuanto a la vocación religiosa de la monja, una vez que para él, la excesiva dedicación a los libros seculares, a la poesía y al entendimiento atestaban su alejamiento de las Sagradas Escrituras. A la publicación de esas cartas siguió una polémica que traspasó las fronteras del virreinato de Nueva España y repercutió considerablemente en los medios clericales de la Península Ibérica. Y que llevó la monja a escribir su fabulosa "Respuesta a Sor Filotea de la Cruz", una especie de relato autobiográfico donde defiende apasionadamente su vocación y su derecho a la labor  intelectual. Para eso, enaltece el saber multidisciplinario y la práctica poética, analiza su propia trayectoria en el mundo de las letras y argumenta a favor de las "mujeres doctas" de todos los tiempos. Provoca, con esa nueva carta, la animosidad eclesiástica, es abjurada por su propio confesor y,  presionada por varios prelados, acaba por rendirse, dos años después, al silencio y al ostracismo. 

      Durante mucho tiempo, por lo menos hasta el final del siglo XIX, su obra – publicada en tres tomos, con la última reedición en 1725 (mil sietecentos veinte y cinco) – también estuvo relegada al silencio. Su figura todavía permaneció simbólicamente a través de algunos relatos biográficos, como el del Pe. Jesuíta Diego Calleja, que se empeñó en "salvar" la imagen de la monja, poniendo de relieve sus virtudes religiosas y ocultando todo lo que pudiera lanzar sombras sobre su reputación. Ese procedimiento fue repetido por varios escritores católicos. Se hizo necesario que una mujer, Dorothy Schons, diera luz, en los comienzos de este siglo, al lado subversivo de Sor Juana y la recuperase en cuanto mujer e intelectual, despejando el camino para sucesivos, aunque precarios, estudios sobre su vida y su obra.

      Aunque hayan surgido, a lo largo de este siglo, importantes estudios críticos y biográficos con la clara preocupación de revalorizar la contribución de la monja mexicana para las letras hispanoamericanas, puede decirse que el trabajo que volvió a introducir Sor Juana en el circuito cultural de América Latina y del mundo fue el  monumental libro de Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, publicado en 1982. 
Paz, que siempre mantuvo una relación dialógica con la tradición, leyéndola desde la perspectiva de las ideas de ruptura y movilidad ("una tradición que se petrifica se prolonga hasta la muerte", dice), busca, en esa obra, erigir una Sor Juana que se destaca tanto en el contexto de la literatura barroca de lengua hispánica como en el escenario de la moderna poesía occidental. Además, crea para sí mismo ( desde la perspectiva de Borges en "Kafka y sus precursores") su precursora hispanoamericana que, en cuanto tal, se asemeja a los modernos poetas europeos, ya que el propio autor la compara a eminentes representantes de la "tradición de la ruptura", como Mallarmé y Valéry.

      Así, con el doble intento de delinear su propio linaje poético-intelectual y trazar – por una vía no lineal – la tradición poética hispanoamericana en sus imbricaciones con la historia del barroco europeo y con la poesía moderna, el escritor mexicano recorre toda la compleja estructura del México colonial del siglo XVII con los ojos de poeta y lector del siglo XX. Realiza, por lo tanto en el estudio, una nueva configuración no sólo de la vida y de los textos de la monja barroca,  sino también de las condiciones políticas, culturales, históricas y literarias de la sociedad setecentista de la Nueva España. O, como él mismo dijo, escribió un "ensayo de reconstitución". En sus palabras: 

"La comprensión de la obra de Sor Juana incluye necesariamente la de su vida y de su mundo. En este sentido, mi ensayo es un intento de restitución; pretendo restituir a su mundo, la Nueva España del siglo XVII, la vida y la obra de Sor Juana. Por otro lado, la obra de Sor Juana también nos restituye, lectores del siglo XX, la sociedad de la Nueva España en el siglo XVII."

      Haciendo una radiografía completa del imaginario seiscentista mexicano, analizando las peculiaridades religiosas y literarias de la época, explorando los detalles biográficos de los principales personajes del período, teorizando el barroco y sus confluencias con las corrientes estéticas modernas, recuperando el pensamiento y los principales textos de la monja mexicana, Paz nos presenta una Sor Juana enteramente distinta de la de los manuales de literatura, acostumbrados a retratarla como uno de los satélites de Góngora. Eso ocurre una vez que el crítico rehúsa a confinarla dentro de los límites estéticos de aquel tiempo, ya que Juana Inés, sin dejar de haber incorporado creativamente todos los procedimientos poéticos de la era barroca y las tendencias filosóficas de la época (traspasando así los límites geográficos y culturales de su continente), anticipó ciertas inquietudes propias de los poetas modernos hispanoamericanos y europeos. O, en palabras del autor, ella "expresa a su época y , simultáneamente, es su excepción".

      Este carácter de excepción se revela, obviamente, en varios niveles. Empezando, como hemos visto, por la aguda conciencia que tuvo de su condición femenina, en un contexto de fuerte represión moral. Sor Juana traspasó los límites a ella impuestos por la clausura del monasterio, por la vigilancia ideológica de la iglesia y de la sociedad de la época, tomando a sí el papel de poeta versátil y de estudiosa dedicada, capaz de incursionar con desembarazo por las varias formas poéticas y los campos interdisciplinarios del saber. Además, la práctica autoreflexiva, el sondaje crítico de su propio recorrido intelectual, se destaca como uno de los factores que la distingue de sus contemporáneos. Desde esa perspectiva, plantea Paz, la "Respuesta a Sor Filotea" puede ser tomada com un texto ejemplar, por revelar una poetisa que "ha puesto sus dotes intelectuales a servicio del análisis de sí misma", como lo hizo Valéry, quien llevó a las últimas consecuencias la lúcida tarea de autoinvestigarse.

      Octavio Paz, aunque examina las semejanzas entre la estética barroca a la cual  la poeta se afilió y las estéticas de ruptura propias de la modernidad, lo que llevaría a pensar que lo que en ella había de más barroco era lo que tenía de más moderno, va más lejos al establecer la disonancia entre la monja (que hubiera prenunciado la "modernidad más moderna") y sus contemporáneos. Para eso, elige el poema Primero Sueño (1685) para acotar con más detalles la relación de "simetria disonante" de Sor Juana con la estética barroca, señalando también, indirectamente, a través de esta investigación, la marca diferencial de los poetas modernos frente a los poetas barrocos: la presencia de la conciencia crítica y autocrítica, de la razón que se destruye a sí misma, inherente a los modernos.
Al tomar el Primero Sueño como centro de la diferencia entre Sor Juana y los principales poetas de su tiempo, Paz, de alguna manera, analiza y desarrolla lo planteos hechos por otros estudiosos del barroco o de la literatura mexicana, como Alfonso Reyes y Lezama Lima, quienes también privilegiaron el mismo poema como centro irradiador de la obra de la escritora. El primero, aunque admitiendo en el texto ecos formales de Góngora, le asigna una modernidad análoga a la de ciertos procedimientos de Proust, de los surrealistas y de Valéry ; mientras el segundo, en sus incursiones en lo que llama de "curiosedad barroca", prescinde la deuda de este poema con las Soledades de Góngora y lo compara a los Sonetos de Orpheu de Rilke, al Narciso de Valéry y aún al Muerte sin fin, del mexicano José Gorostiza.

       Paz, como Reyes, no niega las afinidades del poema con la estética gongorina, sobre todo en lo que toca a su superficie emblemática, atravesada por latinismos, alusiones mitológicas, hipérbatos e imágenes, extraídos del universo laberíntico del poeta cordobés.  Pero alerta: "las diferencias son mayores y más profundas que las semejanzas". Y, para afirmar esos rasgos distintos, no sólo menciona – como Lezama Lima – las similitudes del poema con el Muerte sin fin de Gorostiza o sus afinidades con el Altazor del vanguardista chileno Vicente Huidobro, sino que también entra en el sinuoso mundo de las imágenes y conceptos del Sueño de Sor Juana, para realzar tanto el carácter intelectual, crítico, del poema, como su geometría de sombras y claridades súbitas. Segun él, mientras Góngora se vale de un abanico verbal de colores y resplandecencias, la poetisa mexicana opta por la penumbra, en un viaje nocturno que culmina en el encuentro con el abismo y con la conciencia de la nada.

       Exactamente en ese punto abisal el poema se configuraría, sorprendentemente, como un anticipo del Un coup de dés de Mallarmé, poema que enfoca el vuelo solitario del espíritu humano por espacios estelares, un vuelo que también culmina en la queda y en la contemplación del vacío.
En palabras de Octavio Paz:
 

  "La semejanza es más impresionante si se percibe el hecho de que los dos viajes terminan en un queda: la visión se resuelve en no-visión. El mundo de Mallarmé es el de su época: un cosmos infinito o transfinito; aunque el universo de Sor Juana sea el universo finito de la astronomía ptolomaica, la emoción intelectual que describe es la de un vértigo delante del infinito. En Primero Sueño asoma un espacio nuevo y distinto, desconocido tanto por fray Luís de León y por los neoplatónicos del siglo XVI cuanto por los poetas del siglo XVII, Quevedo, Góngora o Calderón" (4).


      Paz sondea, con detalles, las configuraciones de ese nuevo espacio. Para eso, incursiona primeramente en la cosmografía de los siglos XVI y XVII buscando, sobre todo en la obra del jesuita alemán Atanasio Kircher, a través de la cual Sor Juana se había enlazado con la tradición hermética ya quebrantada por el advento del cartesianismo y de la astronomía newtoniana, los elementos constitutivos del universo cósmico del Primero Sueño y de la propia formación intelectual de su autora.

     Kircher, aferrado a la lógica de las correspondencias universales entre religiones y culturas de los varios tiempos, asoció el catolicismo sincretista no sólo con el hermetismo neoplatónico, sino también con las nuevas descubiertas astronómicas de Copérnico y Galileo. Además, buscó en la civilización egpicia la respuesta para los enigmas de la historia. Como resalta Haroldo de Campos: "Kircher, con sus diagramas místicos, sus cartas herméticas y sus tablas alegóricas" tenía una obra "variadamente embebida en la sabiduría egpicia, en la teología fenicia, en la astrología caldea, en la cabala hebraica, en la magia persa, en la matemática pitagórica, en la teosofía griega, en al alquimia árabe y en la filología latina".

      El contacto de Sor Juana con la inmensa diversidad del pensamiento kircheriano había posibilitado a ella imaginar un universo que , aunque remetía a la concepción ptolomaica, revelaba espacios vertiginosos, solamente percibidos estéticamente por la poesía moderna años más tarde. La presencia de dos pirámides opuestas como base alegórica del poema, además de las recurrentes evocaciones a figuras de la mitología egpicia también señalarían la afinidad intelectual de la monja mexicana con las ideas prismáticas del cura alemán, aunque ella haya acrescentado a ese legado una visión particular, producto de una conciencia más escindida, más abisal (y por lo tanto, moderna). 

      Frente a estas relaciones simultáneas de correspondencia y divergencia entre Sor Juana y Atanasio kircher, o Sor Juana y la estética barroca, Paz – movido por una lógica de asociaciones en cadena, propia del método analógico – pasa a acercar la monja mexicana, en cuanto poeta, a Mallarmé, que además de haber también asimilado procedimientos estéticos barrocos, recogió creativamente los principios del hermetismo neoplatónico de rasgos alquímicos ( lo que lo acerca a Kircher), visibles en el proyecto de construcción del Gran Libro – especie de doble verbal del universo. Pero pasa que Mallarmé, como se sabe, movido por  la conciencia irónica (obviamente más aguda y radical que la de Sor Juana), no imaginó ese universo como un orden, sino como un "cielo constelado de vacíos", para utilizar una imagen de Blanchot. Un coup de dés sería, entonces, una reproducción visual de ese espacio, al mostrarse fragmentado, donde la palabra importa menos que el silencio. En ese sentido Mallarmé escenifica en el poema la no-realización de su propio "ideal desproporcionado" en dirección al Gran Libro, ya que éste no existe sino en cuanto silencio.

      Como señala Paz, Primero Sueño alegoriza igualmente un fracaso: el del alma humana que desvencijada del cuerpo durante el sueño, alza su "vuelo intelectual" por las esferas supralunares, en busca del conocimiento y que al depararse con una visión enteramente luminosa, se desploma, ofuscada. Como resume Octavio Paz, "el poema es el relato de una visión espiritual que termina en una no-visión", es decir, presenta alegóricamente, "la revelación de la no-revelación", lo que va en sentido contrario a los principios místicos predominantes en su siglo.

      Paradójicamente, esa insólita no-revelación  está asociada, por el autor, a una otra especie de revelación: la conciencia de que el fracaso es un saber. Conciencia que es inherente al pensamiento moderno y que asoma de manera radical en el poema de Mallarmé. De ahí que ambos poemas terminen, según Paz, en puntos suspensivos, teniendo como personaje  invisible "el espíritu humano, sin patria, frente al cielo estrellado". 
Paz, sin embargo, no menciona la diferencia fundamental de Sor Juana en relación a Mallarmé: mientras ella se utiliza de conceptos y alegorías para externar su conciencia del abismo, ésta se encuentra materializada, en Un coup de dés, en la disposición gráfica de las palabras y en lo espacios vacíos de la página , configurando lo que Valéry denominó "un espectáculo ideográfico de una crisis o una aventura intelectual". Primero Sueño, de 975 versos, es continuo y fluye al ritmo de las imágenes de luz y sombra. En este poema el espectáculo ideográfico mencionado por Valéry se manifiesta por las vías de la alegoría y del concepto.

En ese momento, queda claro que Octavio Paz prefiere tantear las semejanzas entre los dos poemas, tal vez con el propósito de realzar la excepcionalidad de Primero Sueño, considerado por él un "poema barroco que niega el barroco, obra tardia que prefigura a la modernidad más moderna". 
De todo modo, a través de este largo y minucioso recorrido que incluye un detallado  estudio biográfico de la autora, Paz construye su Sor Juana, utilizándose de parámetros que la sitúan como una mujer de extrema actualidad dentro del escenario contemporáneo, pero que no por eso dejó de vivir su época con intensidad. Recupera así, una figura literaria que, simultáneamente, encerró una tradición (la del barroco de lengua española) y presagió otra, que solamente saldría a la luz casi dos siglos después: la que tuvo su auge en la figura de Mallarmé y a la cual también se afilia el propio Octavio Paz. Es decir, el poeta mexicano, ubicado en la conjunción entre tradición y ruptura, universalismo y americanismo, hace de Sor Juana Inés de la Cruz una autora de dimensión, al mismo tiempo, barroca y moderna, mexicana, hispánica y universal, que, por lo tanto, es siempre otra, dependiendo del ángulo desde donde se la ve. Y es en la medida de esa movilidad temporal y espacial que Paz recrea, a partir de la estética barroca de Sor Juana, la obra de Mallarmé y, por consiguiente, la suya. Sobre todo si pensamos en ciertas coincidencias biográficas entre los dos poetas mexicanos, lo que todavía está para ser investigado y que demandaría un extenso ensayo. 
Preguntado sobre su relación apasionada con la figura de la poetisa mexicana, Paz confesó: "Yo no podría decir, como Flaubert de Madame Bovary, ‘Madame Bovary cést moi’. Pero sí puedo decir que me reconozco en Sor Juana... 
¿Nada más? Nada menos.
 

                                 *
 
 
 
(Traducción: Rômulo Monte Alto)

 

Referencias bibliográficas

BLANCHOT, Maurice. O livro por vir. Trad. Maria Regina Louro. Lisboa: Re-lógio d'Água, 1984.
BORGES, Jorge Luis. Kafka y sus precursores. Obras completas I (1923-1972). Buenos Aires: Emecé, 1974.
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_____. Letras sobre o espelho. Trad. Teresa Cristófani Barreto. São Paulo: Iluminuras, 1989.
LIMA, Lezama. A expressão americana. Trad. Irlemar Chiampi. São Paulo: Brasiliense, 1988.
MACIEL, Maria Esther. As vertigens da lucidez: poesia e crítica em Octavio Paz. São Paulo: Experimento, 1995.
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PAZ, Octavio.  Las peras del olmo. Barcelona: Seix Barral, 1986.
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____. Sor Juana de la Cruz o las trampas de la fe. México: Fondo de Cultura Económica, 1982.
REYES, Alfonso. Letras de la nueva España. In: Obras completas. México: tomo 2, p. 371.
RIVAS, P. Paris como a capital literária da América Latina. In: CHIAPPINI, Lygia (org.) Literatura e Hstória na América Latina. São Paulo: Edusp, 1993
ROBAYNA, Andrés Sánchez. Para ler "Primero Sueño" de Sor Juana Inés de la Cruz. México: Fondo de Cultura Económica, 1990.
SCHWARTZ, Jorge. Vanguarda e cosmopolitismo. São Paulo: Perspectiva, 1983.
 
 
 

 

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