Entrevista a Reinaldo Jiménez
Entrevista realizada
por Maria Antonieta Pereira, professora da Universidade Federal de Minas
Gerais, como parte da pesquisa de Pós-doutorado “Subdesenvolvimento,
auto-imagem e exclusão no Brasil e na Argentina”, realizada na Universidad de
Buenos Aires no período de maio a outubro/20031.
Maria Antonieta
Pereira - La idea es hablar un poco de ese proyecto tsé-tsé, lecturas, cómo es
que están trabajando, cuáles son las relaciones que han tenido con Brasil y con
América Latina, etc.
Reynaldo Jiménez -
Bueno, tsé-tsé es un proyecto
editorial que surge como fusión de varios otros anteriores, de experiencias
casi diría performáticas con la edición. Había un proyecto previo que se llamó
Labio, que eran cosas que un grupo de personas rescatábamos de publicaciones
que estábamos leyendo. Copiábamos y encuadernábamos artesanalmente. Los
regalábamos. Era una acción. Ibamos a una presentación de libros, a una fiesta,
o por la calle, la cola de la entrada del teatro o del cine, y a la gente que
nos parecía que sintonizaba le regalábamos el objeto: transmitíamos textos
ajenos. Eso fue invitando a la participación de nuevos aportes literarios y
empezó a surgir la idea de hacer una revista.
MAP - ¿Cuándo fue
eso?
RJ - Eso fue a
principios de los noventa. De todas maneras yo ya había trabajado en una
editorial, Ultimo Reino, había sido parte de la editorial durante diez años, en
Buenos Aires. Una editorial de poesía que todavía existe, pero en los años
ochenta tuvo bastante incidencia en el medio. Editaron a muchos autores, como
Néstor Perlongher, Arturo Carrera, etc., gente que después iba a trascender. Yo
era parte de ese proyecto, no era mi proyecto pero participaba laboralmente de
él y aprendí muchísimo del oficio de editor. En 1995, salió el número uno de
tsé-tsé. Era una revista artesanal, la hacíamos Gabriela Giusti y yo, como eje
del proyecto. Ella es pintora. Así que me ayudaba mucho con la definición
visual. Bueno, yo soy poeta y entonces más bien lo mío era la lectura y
elección de la mayor parte de los textos. Aunque ella es muy buena lectora de
poesía, también. En sus primeros número, era una revista artesanal; esto quiere
decir que la hacímos totalmente en casa, con nuestra impresora láser.
Comprábamos el papel, lo cortábamos y lo encuadernábamos, con unas cajitas de
cartulina. Esto duró hasta el número 4, fueron cuatro números que no tuvieron
más de 200 ejemplares cada uno, los hacíamos por tandas en nuestros ratos
libres, que eran bastantes, porque estábamos sin trabajo en esa época, así que
teníamos mucho tiempo disponible. Después, también sucedió que los
colaboradores empezaron a traer materiales que imponían otro tipo de forma, de
estructura. Decidimos conservar el nombre, tsé-tsé, que nos parecía
interesante, porque está fuera de la etimología, es un sonido que es el nombre
de una mosca, que abunda en Africa, y que se conoce como la mosca del sueño. Es
una mosca que, cuando te pica, entrás en el estado de la Bella Durmiente.
Nosotros lo usamos como una especie de juego de inversión: una picadura que nos
pone en otro estado de conciencia, o en un sueño creador, en un sueño activo,
más bien como un despertar. O en una vigilia paralela. Esa es un poco la idea.
Además, porque también suena un poco taoísta: Lao-Tsé, una especie de juego con
eso, subliminal. Y, más que nada, para que no pudiera identificarse con ninguna
imagen previa, sino que fuera algo que sugiriera un poco de la sonoridad, de la
asociación por ese lado. Un objeto artístico, pensado en ese sentido, una
revista que fuera un medio artístico, expresivo. Es algo que se va configurando
con el tiempo, no es que todo esto surgió de entrada, lo fuimos como
encontrando. La revista pasó por una segunda etapa, donde decidimos formar un
consejo editorial, con varios amigos a los que convocamos, que eran los que en
ese momento estaban más cerca de la producción de la revista, y esto duró hasta
el número 11, en el 2002. Y volvimos al núcleo inicial: Gabriela, Carlos
Riccardo, que siempre estuvo con nosotros, que es poeta y traductor, y yo, que
somos los que seguimos con el proyecto. Esto significa, igual, que no es que se
cerró, sino más bien que se amplió, había que concentrar un poco las
coordenadas editoriales en sí, que requieren una serie de trabajos, que van
desde juntar los textos hasta corregirlos, editarlos, la diagramación, el trato
con la imprenta, conseguir el dinero para editar, la distribución, etc.
MAP - ¿Y cómo fue
que publicaron poetas de Brasil?
RJ - En el caso
específico de Brasil, en el número 6 empezamos a trabajar mucho sobre la base
de la obra de Paulo Leminski, sin saber que se cumplían en ese momento los diez
años de su muerte. Fue una cosa muy sincrónica. Esta es una característica que
nosotros respetamos mucho, y es que la revista opera en base a la sincronicidad,
permanentemente. Nos van llevando circunstancias, azares concurrentes,
coincidencias, a las cuales les prestamos mucha atención. Pero, sin saber
todavía esto de Leminski, nos metimos en una serie de páginas Web de Brasil y
eso nos amplió el panorama completamente, porque si bien conocíamos mucho la
poesía previa, el modernismo, Cabral (del que habíamos publicado El perro sin plumas en el número 5), el
concretismo, hasta ahí, no conocíamos lo que había sucedido en los últimos
años, salvo esporádicas cuestiones. A partir de ahí, empezamos a conectar con
varias personas; yo tenía conocimiento de Josely Vianna Baptista que era la
traductora de Nestor Perlongher, en Brasil, que fue mi amigo, y también otra
gente que nos ayudó a enfocar. Esto se concretó en una muestra, porque
obviamente quedaron muchísimos autores afuera. Nos sorprendió la vitalidad y la
multiplicidad de la creación poética en Brasil, la posibilidad del debate que
hay permanentemente, la cantidad de publicaciones, el apoyo que reciben esas
publicaciones dentro de los distintos estados brasileños y del sector privado,
y también las editoriales que publican poesía. Nos conectamos con varias
publicaciones como Inimigo Rumor, Medusa, que salía en el estado de Paraná
en ese momento, etc., y páginas Web, como Popbox,
que fue la que nos conectó al principio con varios de los autores. A los poetas
que más nos llamaron la atención, a su vez les pedimos que nos recomendaran uno
o dos autores también. La idea fue hacer esta antología, titulada Pindorama, luego del dossier de
Leminski. En el número doble 7/8 salieron las cien páginas de poesía brasileña,
que marcaron una cosa interesante acá, porque no era un material conocido,
precisamente por esta especie de indiferencia cultural que hay en Buenos Aires
acerca de todo lo que la rodea, incluido «el interior» de la Argentina. Hay
como una especie de autismo en este sentido, y esa antología impulsó luego
otros proyectos de intercambio. De hecho, a partir de ahí, han surgido otras
cosas. No siempre se nos ha reconocido ese lugar pionero, pero es así.
MAP - Es muy
difícil hacer un intercambio con una ciudad que tiene una producción poética
alta como Buenos Aires, pero que como en Brasil, está muy cerrado.
RJ - Por un lado
creo que la coordenada artística brasileña responde a una tradición de
modernidad a partir de la Antropofagia, la Semana de Arte Moderno, etc. Me
parece que es algo que nosotros no hemos tenido, no en esa forma, de una manera
tan definida y tan neta. Entonces, uno hoy puede dialogar con artistas como
Arnaldo Antunes, que tienen una base de tradición contemporánea, sobre la cual
están trabajando. En Argentina no hay eso, acá siempre está la cuestión de la
interrupción, de una generación que niega a la anterior, permanentemente. Y a los
abuelos, que sería lo lógico «rescatar», tampoco se los rescata. Queda como
todo un poco diluído. De manera tal que los poetas jóvenes, los que empezaron
en los noventa, no tienen demasiada conciencia de lo que hubo antes, es como si
el arte poético hubiese surgido en los últimos años, sólo en base a dos o tres
figuras, que se repiten, y hay un desconocimiento muy grande de todo un
panorama. Es una de las cosas que nos propusimos también trabajar en la
revista, es decir dentro de lo argentino, pero también hacia afuera. Porque lo
que nosotros permanentemente estamos trabajando como subtexto, para socavarla,
es la noción de frontera, la abolición de esa noción.
MAP - ¿Cómo pasa
eso?
RJ - Tiene que ver
incluso con lo autobiográfico. En mi caso yo soy alguien que nació en un país y
vive en otro, y no me siento exactamente de ninguno de los dos, o en todo caso
me siento de los dos, Perú y Argentina. Lo mismo le pasa a otra gente que
participa en la revista. Por ejemplo José Kozer, que es un poeta cubano que
vive en Estados Unidos, etc. O Perlongher, que es un autor con el cual tuvimos
una relación de intercambio artístico mientras vivió, y era un argentino que
residía en São Paulo.
MAP - ¿Dónde vive
ahora?
RJ - Falleció en
el 92, murió de sida. Le dedicamos en el 7/8 un dossier de textos inéditos, en el mismo número de Brasil,
precisamente, donde hay una serie de textos donde se reflexiona sobre el
portuñol, que es un tema que nos interesa también, precisamente relacionado con
esto. Es decir, empezar a ver el tema de las regiones, más que leer desde la
división geopolítica. Indudablemente es la marca de una violencia por sobre la
posibilidad de la comunicación y el intercambio.
MAP - Sobre las
poblaciones autóctonas también, precolombinas.
RJ - Exactamente.
Ese es un tema que también nos interesa insertar en la revista. En el 9/10 hay
un dossier sobre enteógenos y escritura, y liga con otro dossier que tiene que
ver con los textos transcriptos, inicialmente orales, de las culturas
tupi-guaraníes. Hay una entrevista hecha por un poeta brasileño de São Paulo,
Ademir Assunção, a Kaká Wera Jecupé, que es un escritor de origen Tapuia, que
ha hecho todo un recorrido, desde la crianza que ha tenido como occidental, por
decirlo así, o urbana, y ha hecho un rescate de lo que fue la formación
aborigen, y traer esa historia del mundo a la ciudad, esa otra historia, la
otra historia del origen. Entonces está la cuestión del Ayvu Rapitá, que es el texto oral, una especie de «Biblia» entre
comillas, o de relato del origen de los tupi-guaraníes,
del cual dimos algunos fragmentos. Nos interesaba mucho eso, las otras
visiones, la pluralidad: siempre es eso. Esto me parece que es fundamental para
generar otras poéticas también. Yo, lo que veo como peligro, y este es un
fenómeno del cual habló Octavio Paz hace como veinte años ya, es la progresiva
academización de la poesía, es decir: la poesía está cada vez más cerca de los
núcleos universitarios, lo cual no está nada mal, pero, digo, como que se
vuelve una especie de hipersofisticación sobre sí misma, donde la cuestión es
la referencia bibliográfica más que la experiencia con la lengua. Y la lengua
es un fenómeno cambiante, que necesita alimentarse de todo tipo de influencias…
Bah, algo que de hecho sucede ya en el habla y en la experiencia cotidiana,
pero que en términos de escritura requiere una serie de vueltas de tuerca. Me
parece muy peligroso para la poesía, aislarla dentro del canon solamente
literario. Necesita la poesía, y la literaura en general, recibir la impronta de
otras experiencias, provienentes de una meditación en el lenguaje. En ese
sentido considerar la posibilidad del portuñol, o de la lengua guaraní, es un
enriquecimiento. Y especialmente cuando nosotros acá en Buenos Aires siempre
nos sentimos muy europeos, y yo justamente creo que aquí no somos Occidente,
América no es Occidente. Esto es una idea mía, discutible.
MAP - ¿Por qué?
RJ - En el sentido
que nosotros somos una incógnita. Tenemos una parte innegable de Occidente y
algo que no lo es, que puede ser otra
cosa. En ese sentido yo rescato también el manifiesto antropófago, la cuestión
de la devoración...
MAP - Algo que es
pre-europeo.
RJ - Claro, está
lo pre-europeo pero está también la marca de esa violencia, de ese diálogo no
resuelto entre las culturas locales o natales, propias de la tierra, y lo que
viene después, esa imposición que en algunos puntos se resuelve como
sincretismo, que también me parece muy interesante a ser considerado. En la
Argentina eso no sucede, aquí hemos tenido más de 300 etnias, que han sido
devastadas, borradas del mapa, concretamente. Y las pocas que quedan están
aisladas en reservas, en un estado social lamentable. Sobre todo en el norte
del país, como los tobas, matacos, etc., está muy olvidada esa gente. También
en el sur están los mapuches. Pero entre ellos hay gente que está intentando
reconectar de algún modo con sus raíces. Obviamente la nuestra no puede ser la
propuesta ésa, de volver a esas raíces, tampoco, sino buscar en el sincretismo
e incluso en la colisión, en la tensión, una nueva posibilidad, que sea la de
la pluralidad y no la de la uniformización. En ese sentido me parece que las
poéticas en Buenos Aires en general —me refiero a las poéticas que se inician
en las últimas décadas—, están como muy aisladas, son como productos meramente
intelectuales. Y no es casual que haya una serie de estímulos para que eso
funcione. Es decir, hay subsidios permanentes para cierto tipo de poesía, y
cierto tipo de poesía es la que se reseña en los medios y no otras, aquellas
donde se trabaja directamente sobre la lengua y sobre la posibilidad de
connotar. Todo esto opera como parte de la movilización de la revista. Y tiene
que ver con el concepto de frontera también, porque nosotros no trabajamos en
función de una estética ni de una generación, nos interesa que en un mismo
número haya una poeta de ochenta años, y en la página siguiente haya un poeta
de veinte. Lo mismo con las estéticas. Creo que la poesía es una acción en el
mundo que necesita la diversidad, que requiere y que propone la diversidad.
Incluso dentro de la obra de un mismo autor. Eso es un poco lo que planteamos.
MAP - ¿Y cómo ves
concretamente las relaciones Brasil-Argentina hoy, inclusive en términos de la
imagen que los argentinos tienen de los brasileros y que los brasileros tienen
de los argentinos? ¿Te gustaría hablar un poco sobre eso?
RJ - Puedo hablar
de mi experiencia personal, lo que yo veo, no sé si es así en general, pero
siempre, por ejemplo, los argentinos en Latinoamérica son tomados... Hay como
una especie de esquema, del argentino canchero, soberbio, estafador, lo cual es
cierto en gran medida.
MAP - ¿Qué es
canchero?
RJ - Como que se
sitúa por encima del otro, un poco despectivo, que habla fuerte, que se impone.
He visto eso yo viajando, por suerte pude viajar algo por América Latina. Pero
me parece que eso responde más bien a la imagen del porteño, del habitante de
Buenos Aires, que es el que hace más ruido por ahí, y cierto tipo de porteño,
obviamente, tampoco hay que generalizar. Me parece que hay una mala imagen que
se fundamenta, porque precisamente la gente que no está en eso no hace ningún
ruido y no se impone, entonces no se nota tanto. Yo creo eso. No sé si es así,
me parece que es así. Hay una visión muy admirativa hacia Brasil desde el punto
de vista de la música, del cine en algún momento, ahora menos. Creo que recién
ahora empieza a haber más conocimiento de lo que son las otras artes en Brasil.
Hasta hace muy pocos años, por ejemplo, no se conocía —entre los poetas, ya no
digo a otro nivel— el concretismo, era como una cosa muy de especialistas,
cuando me parece fundamental para el desarrollo de las poéticas
latinoamericanas, no sólo estética y expresivamente sino a nivel conceptual, lo
que han aportados estos tipos. Y de esto, que ocurrió desde los años cincuenta,
en las poéticas argentinas no hay ninguna marca, salvo en dos o tres autores.
MAP - ¿Cuáles?
RJ - Perlongher
principalmente, que hace una mezcla con eso, está incorporado en su escritura,
hace antropofagia de ciertos aspectos del concretismo. Él no es un concretista
ni un posconcretista, pero esa lectura está en su registro verbal.
MAP - Este tema
está tratado…
RJ - Siempre
estamos tocando esos temas. No es que se enfoca en un solo lugar. También me
parece que, en cambio, por lo menos en la literatura, creo que en Brasil hay
mucho más interés por Latinoamérica que viceversa. O por lo menos la atención
está mucho mejor puesta, más enfocada. De hecho, por lo menos los grandes
nombres se conocen. En cambio no sé si muchos aquí conocen a Guimarães Rosa.
MAP - Muy poca
gente.
RJ - Muy poca
gente, y sólo los que están muy especializados. A pesar de que se ha editado
Guimarães Rosa en la Argentina en los años 80, en una pequeña edición de los
relatos. Y ha habido toda una colección, que se editaba con una editorial
uruguaya (Arca) pero que se distribuía aquí de traducciones de los poetas
modernistas, especialmente. Pero bueno, esa fue una etapa y sabemos que aquí se
borra todo, como pasa en la arquitectura, que si vos vas caminando por la calle
ves que permanentemente se está tirando abajo algo para hacer otra cosa. Y una
vez vi un libro de fotografías de Buenos Aires, donde había fotografías de
principios del siglo XX, donde la ciudad ya estaba en reconstrucción. Esto ha
sido continuo. Es un poco la marca de esta zona cultural. Por eso me parece que
hay una gran asimetría, yo creo que nos conocen más que nosotros a ustedes, por
decirlo así. Me parece una falencia muy grave, que vale reparar. También creo
que no ha habido suficiente difusión, Brasil siempre exportó «cultura», incluso
durante la dictadura militar, como que los tipos igual no perdían, con todo el
horror que eso significa, no perdían el
criterio de que la cultura brasileña era algo que circulaba por el mundo (por
supuesto que esto es muy discutible, por otra parte, sabiendo de la censura que
hubo entonces en el Brasil). Creo que esto responde también a una
indiosincracia. No estoy justificando a la dictadura, sólo me refiero a que
siempre se exportó esa imagen. Creo que la idiosincracia se podría resumir así
un poco. En Argentina, siempre estamos preocupados por cómo nos ven en el
mundo, ¿que Piazzolla triunfó en Europa?, entonces sí, mientras estuvo acá no
existía, ¿que Borges fue reconocido?, entonces sí, y acá a Borges le habían
hecho la vida imposible, Borges vendía treinta ejemplares de sus libros, y era
Borges, pero estaba acá a la vuelta. «Yo lo conozco, qué va a valer...» Y
Brasil siempre es el mundo: «nosotros somos el mundo, no necesitamos que nadie
nos vea, nosotros proponemos». Esa me parece que es otra idiosincracia. Ahora,
también hay prejuicios, así como Argentina se ve como el porteño, el porteño es
el representante del argentino, también me parece que hay una visión del
brasilero como el carioca, o el paulista. Obviamente Brasil es mucho más que
eso y, bueno, esa diversidad tampoco nos llega del todo.
MAP - En términos
de la imagen que la gente de acá tiene de Brasil, ¿cómo te parece que funciona
eso?
RJ - A veces hay
un poco de competencia, la cosa futbolística, ustedes tienen a Pelé y nosotros
a Maradona, siempre hay como una cosa de comparación en ese nivel más
superficial. Hay mucho prejuicio, en el sentido de generalizar al brasilero
como un arquetipo.
MAP - ¿Cómo sería?
RJ - Futebol,
playa y no mucho más que eso, poca cabeza, mucho cuerpo. Nosotros acá somos
todo lo contrario, mucha cabeza, todo el mundo resuelve todo pero nadie
resuelve nada, todos saben cómo hay que hacer las cosas, pero a la hora de
hacerlas no sabemos cómo. Mucha charla de café y poco cuerpo. Y en el sentido
no sólo de la sensualidad o del erotismo, sino poner poco el cuerpo, aportar
poco. Generar permanentemente debate, pero a la hora de arremangarse y de
hacer, en eso hay dificultades. Se ve en la clase política y lo que ella
representa, que obviamente representa a una comunidad, no es algo desligado.
MAP - Hoy con la
presencia de Lula, Kirchner ¿te parece que puede mejorar eso?
RJ - Ojalá. Yo no
lo voté a Kirchner pero me encantaría que le fuera bien.
MAP - ¿Y qué te
parece Lula en Brasil?
RJ - Me parece un
fenómeno interesantísimo, pero no estoy muy al tanto de todos los pormenores.
Por ejemplo me llamó muchísimo la atención que el ministro de cultura fuera
Gilberto Gil. Eso es algo que aquí jamás podría suceder. De hecho, porque no
tenemos a nadie equivalente a Gilberto Gil. No hay ese tipo de personaje aquí.
Aquí tenemos al artista desgarrado, al artista marginal, tenemos a los poetas
suicidas como ídolos. No tenemos a gente que propone cosas y que integra los
distintos niveles de la cultura, la cultura baja y la cultura alta como se
quiera llamar, todo eso fusionado. No tenemos en la canción letristas de ese
nivel, como Caetano, Gil y tantos otros. Entonces me llama la atención que un
gobierno convoque a personas así a trabajar, y que esas personas acepten y
participen. Son señales, pero, insisto: no tengo una visión global acerca de lo
que está pasando en Brasil.
MAP - ¿Y la idea
de las minorías raciales?
RJ - Yo creo que
Argentina es un país racista, es un país que se jactó siempre de no tener
negros, pero, encima, por una cuestión muy simple: porque los mandó a todos a
la guerra del Paraguay y a la guerra contra el indio. Cuando se abolió la
esclavitud, todos los esclavos tenían que ser empleados en algún lado, y lo que
se ofrecía era trabajar en el ejército. Entonces se mataron varios pájaros de
un mismo tiro: los que iban al frente eran los negros a pelear contra los
indios. En la época de Rosas había muchísimas comunidades africanas aquí, tenían
sus propios periódicos. Pero no te hablo de uno o dos, había decenas.
MAP - ¿Tenés
alguno de esos?
RJ - No tengo
nada, pero hay material. He leído un libro que me tocó trabajar con un
traductor, por supuesto el investigador era norteamericano, no era argentino,
se dedicó a investigar la negritud en la Argentina... No hay mucho material al
respecto, pero es interesantísimo. porque es algo que
se ha borrado, también, como sucedió con los indios. Y, por ejemplo, el
fenómeno de las inmigraciones actuales, de los países limítrofes: aquí al
boliviano se lo llama bolita, eso es
algo muy despectivo, como un diminutivo, como una cosa sub-humana, de segundo
nivel. Existe eso. Lo que pasa es que ha habido un fenómeno paralelo de
lumpenización de la sociedad durante el menemismo, que también ha hecho emerger
un aspecto muy latinoamericano en la ciudad. Entonces también ha aparecido eso:
el cartonero, el linyera, el desclasado.
MAP - Pero me
parece que el cartonero siempre es alguien de etnia aborigen.
RJ - En ese sentido,
que ellos ni lo saben ni lo reconocen además. Seguro que es así.
MAP - Toda la
gente que veo como cartonero tiene rasgos indígenas.
RJ - Nadie lo
enfoca desde ese lugar, pero ahí hay algo. Lo socioeconómico se liga...
MAP - Como en
Brasil, la gente más pobre es negra.
RJ - Claro. Lo
mismo en Uruguay, lo mismo en Perú.
MAP - Hay también
un discurso muy fuerte acerca de los peruanos acá.
RJ - Porque ha
habido una inmigración muy fuerte en los últimos años. A mí como peruano nativo
me toca bastante de cerca, a pesar de que yo no me identifico con el esquema
del peruano. Hay también una especie de caricatura de lo que «es» un peruano,
en el exterior.
MAP - ¿Cómo es?
RJ - Un mestizo,
pero como algo incompleto, dividido. Sin embargo, yo parto precisamente de la
idea de que todos somos mestizos. En ese sentido también es posible cuestionar
la cuestión de una homogeneización por parte de Occidente, así como no
clausurar a las culturas en sí mismas. Ser mestizos implica profundizar esta mezcla
constante.
MAP - La cosa más
importante que hicimos, incluso, fue no tener ni la unidad ni la pureza de
Europa. Por ser la mezcla. Nos caracteriza como latinoamericanos.
RJ - Además somos
una zona colonial digamos, sigue siendo igualito. Toda la crisis argentina del
año pasado (2001) es una constatación de eso, y de que no puede ser superado
por el momento.
MAP - Entonces los
peruanos...
RJ - Creo que hay
también una mala imagen de los peruanos porque es cierto que han venido muchos
delincuentes en las primeras oleadas inmigratorias masivas de peruanos. Siempre
hubo inmigrantes de ese país, pero tradicionalmente era gente que venía a
estudiar a la universidad, básicamente en La Plata, carreras como medicina,
etc. Ha habido y sigue habiendo una gran comunidad de peruanos. Es muy curioso,
vos bajás a la estación de tren de La Plata y en la terminal, alrededor, hay
disquerías donde encontrás muchísima música peruana que en Buenos Aires no
existe. Es una señal. También hay restaurantes, aquí cada vez más, hay lugares
de reunión. Y bueno, empieza a ser aceptada también esa comunidad, y a
mezclarse. Pero bueno, costó muchísimo. También con los orientales, coreanos y
chinos. Hay un prejuicio muy grande. Por ejemplo a la vuelta de mi casa hay una
señora china que habla muy mal castellano, ha venido hace poco, y puso un
almacén, una especie de minimercado. El otro día fui a comprar algo y vi cómo
una mujer del barrio la maltrataba verbalmente, ella no se daba cuenta, pero la
trataba peor que a un perro, con el tono de la voz, era una cosa totalmente
imperativa, yo sentía ese desprecio. Y era una persona del barrio, no era una
señora que viniera de no sé dónde, de qué alturas. Como que está ese prejuicio.
Esa cosa de que todos son chinos, el coreano es un chino, así como en una época
a todos los judíos se les decía rusos. Siempre está el mote, la generalización,
para el prejuicio los peruanos son como los bolivianos, todo lo mismo.
MAP - Y los
brasileños...
RJ ñ-No, porque no
hay una presencia tan fuerte migratoria de Brasil, más bien hay una presencia
turística, algo que se asocia con la gente que trae dinero de alguna manera,
que viene a gastar.
MAP - No es una
amenaza.
RJ - No vienen a
sacar el trabajo, que es fundamental. Muchos taxistas escucho que dicen a
veces: que se vayan todos los peruanos, que nos vienen a sacar el trabajo. En
una época que estaba desempleado, trabajé mucho en jardines, con paisajistas,
fue una época muy feliz de mi vida, porque trabajás permanentemente al aire
libre, y salía mucho de la ciudad, iba a toda esta zona de los countries, la zona norte. Y toda la
gente que hacía los trabajos pesados y en
negro (sin que los empleadores paguen impuestos), eran todos inmigrantes,
bolivianos o peruanos, gente muy amable, muy educada, muy correcta, muy gentil,
muy ubicada en su lugar y trabajadores excelentes. Muy resistentes, los
bolivianos son muy resistentes corporalmente, a las inclemencias del tiempo, a
todo. Me acuerdo en un country donde
yo hacía un jardín con otra gente, nosotros, había que presentar el documento a
la entrada, y siempre había un problema con los bolivianos en la puerta, y los
tipos que estaban haciendo ese control eran iguales a ellos.
MAP - Como los
negros en los Estados Unidos.
RJ - Simplemente
se ponen un uniforme y están del otro lado de la barrera. Entonces bueno, para
mí es algo orquestado, que tiene que ver con la imposibilidad de pensarse en
situación y de reconocer orígenes, que de hecho han sido borrados. Eso que vos
decís, que vos consignás. En el Gran Buenos Aires, si salís de la capital,
empezás a ver todos rostros que tienen una mezcla de indio y de aborigen, pero
esa gente no se reconoce en ese lugar, ellos se reconocen en los personajes
rubios de los teleteatros, que se visten de determinada manera, que articulan
el lenguaje de determinada manera, que escuchan determinada música, etc.
MAP - Y en la
gente más joven, en la gente más crítica de Buenos Aires ¿te parece que hay una
mirada distinta de esta mirada?
RJ - Creo que sí.
Lo que pasa es que estamos hablando de minorías. Yo no conozco tanto, me
relaciono con muchos jóvenes pero gente que tiene más bien que ver con el arte.
Yo lo que veo es un pasatismo atroz, veo la falta de ideales, en el sentido no
autoritario, no idealista meramente, pero como que el arte por ejemplo no está
para transformar la vida, sino para hacer carrera, para obtener méritos,
prestigio. Veo gente que a los veinte años se propone ganar concursos y figurar
en ciertos lugares, y no se hace tan palpable la propuesta alternativa, aunque
eso también existe, pero muy desintegradamente. Es cierto que el apoyo nunca lo
va a recibir tampoco la apuesta alternativa, el apoyo oficial, ya sea privado o
estatal, es cierto eso también. No se puede esperar nada de ahí. Y también es
cierto, por otro lado, y hay que reconocerlo, que Buenos Aires, y en menor
escala Rosario y Córdoba, son ámbios de autogestión permanente. Se ve en la
cantidad de grupos de teatro, de danza, la gente que hace cine —los estudiantes
de cine son cada vez más—, las pequeñas revistas de todo tipo que aparecen y
desaparecen. Permanentemente hay un hervidero. Lo que no veo son proyectos,
propuestas que vayan más allá de la autoexpresión.
MAP - Y en
términos de mundo globalizado ¿te parece que hay un pensamiento colonizado
dependiente o un pensamiento de liberación y de creación de algo más propio?
¿Qué te parece que la gente de tu generación está pensando?
RJ - Yo tengo 44
años, la gente de mi generación es una generación borrada, no están en ningún
lado, no veo demasiada participación de mi generación... Por ejemplo, se apoya
muchísimo a la gente más joven desde el lado de los subsidios —siempre dentro
de lo artístico. Nosotros somos una generación que no figura, no hemos tenido
voz ni voto, hemos sido los que nos criamos durante la dictadura. Yo entré a la
universidad en el 77, cursé Letras durante un año y me fui, no pude resistirlo.
Después intenté volver en el 82, justo durante la guerra de Malvinas, y me pasó
lo mismo. Nunca más reincidí. Por lo tanto soy una especie de autodidacta, si
se puede decir así, con todas las lagunas que eso implica y la falta de
sistematización en muchas cosas. Y también con la riqueza de ciertos encuentros
más aleatorios. Yo veo eso, pero no sé, realmente... También habría que ver
cómo es el lugar de las formaciones contestatarias. El papel de la izquierda
aquí ha sido desastroso, la falta de cohesión. En ese sentido tampoco veo por
ese lado demasiados proyectos interesantes. Me parece que se han quedado en
algo anticuado. Hace poco, el año pasado, cuando se iba a iniciar la invasión a
Irak, fuimos a la marcha por la paz, y lo que veía era cómo las agrupaciones de
izquierda copaban el evento con sus carteles y haciendo mucho ruido, todas
diferentes, todas con sus consignas propias, todos pequeños grupos inconexos y
con estandartes, con consignas que para mí ya están devaluadas, que son frases
hechas y sin nada creativo. No veo algo propositivo ahí, sino la repetición de
clichés «progresistas» de hace treinta años, como si no hubiera habido en el medio dictadura militar, proceso democrático, crisis,
etc. No sé cómo explicarlo; no me siento identificado personalmente con nada de
eso. Pero tampoco me parece que sea una salida el individualismo, que es la
propuesta tácita, precisamente, de la globalización: sálvese quien pueda. Aquí
la marca ha sido cruel, en el sentido de los diez años de Menem, han dejado una
marca durísima, que implica la lumpenización de la sociedad y la ruptura de un
montón de valores, que no sé si eran buenos o malos pero eran. Y ahora es como
muy difícil el panorama en términos de convivencia social. Cuál es exactamente
el enemigo, contra qué se está luchando. Uno puede decir yo trabajo a favor de
algo, trabajo a favor de la imaginación creadora como parte de la posibilidad
de modificar la realidad. Pero no se me escapa que los efectos de eso sean algo
minoritario y que circula por determinados circuitos, o sea que de todas
maneras no incide en lo inmediato, en los posibles cambios, es sólo un granito
de arena. Y me parece que mucha gente está en eso. No veo un movimiento al cual
afiliar, en ningún sentido, ni artístico, ni político, ni social. Lo que veo
son movimientos autoexpresivos, pero un poco desligados de los otros. Por
ejemplo uno ve las continuas marchas y actos que hay cotidianamente en el
centro, que cortan el tránsito, y otra parte de la gente que protesta porque se
le interrumpe la posibilidad de llegar temprano al trabajo. Es decir, como que
operan andariveles estancos, sin conexión, sin posibilidad de organizar algo en
común, sin interferirse los unos con los otros, sino más bien a favor de todos.
Los argentinos
siempre estamos hablando de «afuera», de esta fantasía permanente de irse, de
irse a otro lado: hay una crisis, un problema, hay que irse, no quedarse a ver
cómo se resuelve el problema, sino que otros se queden y lo resuelvan, y cuando
anden bien las cosas yo en todo caso vuelvo. Esa es la fantasía. Siempre está
la cosa del afuera, de irse afuera, o que «afuera pasa tal cosa», o salir del
país. Me parece que semánticamente esto involucra una especie de subtexto muy
complicado, muy arraigado también, y que es como si estuviésemos adentro, como si estuviésemos un poco
presos de ciertos límites —que nosotros mismos establecimos, por otra parte. La
falta de reconocimiento de esa responsabilidad es lo que a mí me parece
tremendo. Como pasa en la política, un mal gobierno, hay que echarlo, como
pasó: «que se vayan todos», pero entonces que se vayan todos... ¡Si nosotros
los votamos, si nosotros suscribimos eso! Si aquí la clase media sostuvo a los
militares, no nos engañemos, aquí existía la frase «No te metas»...
MAP - ¿Qué
significa?
RJ - ¿Están
secuestrando a alguien? «Algo habrá hecho, por algo será.» Eso yo lo escuché
muchísimas veces, durante mi juventud, cuando iba al colegio secundario. Me
acuerdo cuando fue el mundial de fútbol del 78, donde todo el mundo, incluso
los exiliados argentinos, exiliados políticos quiero decir, se juntaban en lugares
del mundo a festejar el triunfo de Argentina, que era todo un montaje hecho por
los militares, en los peores momentos de persecución y tortura, de sus propios
compañeros de lucha supuestamente. Entonces, esto me parece tan loco, cuando la
izquierda apoya al gobierno militar durante Malvinas... Cómo el mismo gobierno
que te persigue y te tortura de golpe está en contra del imperialismo y hay que
apoyarlo en esa guerra suicida. Es una cosa como que nunca nos hacemos cargo, y
como si estuviésemos realmente presos de algo que se nos impone desde no se
sabe dónde, como si no fuese consecuencia de nuestra elección y nuestra
decisión. Yo veo eso. Y entonces esto del afuera, afuera, como la salvación
utópica, que también lleva la marca de la inmigración.
MAP - Volver.
RJ - Volver. Como
si acá no hubiera habido una mezcla con lo que ya había. Como si aquí no
hubiera habido nada antes: la estepa, la pampa, el vacío.
MAP - Un origen
que empieza con la gente que llega.
RJ - Tal cual.
MAP - Y que es una
forma de no reconocer que había gente acá.
RJ - Por supuesto,
y no sólo gente: animales, plantas, ríos, de los cuales hay una absoluta
desestima en el fondo. Por lo menos en Buenos Aires, el río no está integrado a
la ciudad; algo que sí sucede en Montevideo, donde uno permanentemente
desemboca en el río. Vos caminás y siempre estás llegando al río. El río está
visible, se puede llegar caminando. Acá no podés llegar caminando al río, tenés
que atravesar autopistas, vías de tren, villas miseria, todo tipo de peajes,
metafóricamente (o no) hablando. No hay una relación concreta con el entorno.
Esto es ilustrativo. Y es parte de la jaula, ¿no?
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A pesquisa contou com o apoio da CAPES (Brasil) e da SECYT (Argentina) e foi realizada no âmbito do projeto Margens e resíduos
culturais.